domingo, 20 de abril de 2014

Enemigo Insospechado






Cada vez que damos una mirada a la naturaleza humana nos enfrentamos a desafíos muy complejos; ya que resulta difícil llegar a un acuerdo acerca de algunos aspectos profundos de la personalidad y las actitudes del hombre frente a las situaciones propias de su vida cotidiana. Me llevó a plantear este tema el análisis de muchos comportamientos que asumimos con frecuencia, su origen e impacto en el desarrollo personal y el crecimiento espiritual. El “enemigo insospechado” constituye una apuesta por encontrar el interés de los lectores en su propio ser interior y las formas en que nos relacionamos y reaccionamos ante las diversas realidades. La sociedad se pregunta constantemente qué genera la gran mayoría de los conflictos en lo íntimo y alrededor del hombre, cuál podría ser el común denominador de muchas de las conductas erráticas y el ambiente de caos que envuelve la convivencia social; en las siguientes líneas espero aportar luz sobre este asunto. Con la existencia de tantos excesos y conflictos se generan apreciaciones variadas e incluso contradictorias sobre las causas de la problemática actual. Cuando el ser humano decide ignorar los patrones establecidos, no solo en el ámbito normativo, sino también ético, ingresa a un escabroso terreno, lleno de actitudes equivocadas. Hay una fuerza que somete el pensamiento y la voluntad de las personas hasta llevarlas en distintos grados a cometer toda clase de faltas y crear justificaciones sin sentido para adormecer sus propias conciencias y, de esa manera, continuar sin enmendar las equivocaciones; el alcohólico que se aferra a consumir licor sabiendo que le hace daño a él y a los que le rodean, la adolescente que muestra su cuerpo para ser popular en Facebook, el hombre que seduce a una menor para satisfacer un enfermiso deseo, el estudiante que tiene como propósito aprobar la asignatura en vez de aprender; aunque haya muchas circunstancias específicas asociadas, todas las situaciones señaladas tienen un elemento en común, se trata de la vanidad, ella es la base sobre la que se construye la muralla que bloquea la razón y la ecuanimidad; generalmente se define la vanidad como un orgullo excesivo que persigue el elogio y la admiración de los demás; es decir, que es percibida como una actitud sumamente ególatra; pero va mucho más allá, por ello lo insospechado de su presencia, la vanidad se alimenta del placer, el cual se satisface por encima de cualquier consideración, desafiando la conciencia y la prudencia. La semilla de la vanidad es lo vano, inútil, inapropiado, y por lo tanto perjudicial. La vanidad no solo desvía al hombre de todo lo bueno, sino que lo hace agresivo frente a quienes se preocupan por orientarlo. Si le preguntáramos a una persona qué opinión tiene sobre sí misma, muy posiblemente diría que es alguien bueno, si a esa persona le agrada una canción de un contenido vulgar, y se le pregunta por qué le gusta, ella entonces simplemente evadiría el interrogante o aludiría una razón ilógica, incluso podría enfadarse; cuando la vanidad nos toma impide que hagamos un juicio sensato de los acontecimientos; es ese enemigo que se encuentra detrás de las disputas innecesarias, de los caprichos peligrosos y la rebeldía absurda. La vanidad lleva al hombre a negarse a reconocer a Dios y aceptar a Jesús como su Salvador, por el contrario, viste al hombre de arrogancia y prepotencia; la vanidad hace que un mundo enfermo prefiera agonizar y morir antes que entregarse al Creador y obedecerle. Es tan vil la vanidad, que corrompe el entendimiento, llevando a muchos a inclinarse por sus costumbres y tradiciones humanas, y hacer a un lado las enseñanzas bíblicas; la vanidad está detrás de la autosuficiencia de los hombres y mujeres letrados y llenos de títulos, quienes creen que su dios es el conocimiento humano, con todos sus desaciertos y aberraciones. Este es un enemigo tan terrible, que toma incluso una forma de humildad retorcida, cuando el hombre se apoya en la sencillez, la abnegación o la precariedad con el ánimo de despertar la lástima y la compasión de manera depravada. No es fácil apartarse de este peligroso bribón, pero existe una clave, la cual consiste en combatirlo con su adversario, la vanidad es engaño, entonces la vence la verdad, la vanidad es oscuridad, hay que buscar la luz, ella es insensatez, necesitamos sabiduría, sobretodo, la vanidad es mal, por ello requerimos ir a la fuente de la bondad. Todos llegamos al mundo con una gran curiosidad; las vivencias personales, familiares y sociales, las acciones que emprendemos y aquellas que realizan los demás, nos afectan; en este proceso, emerge paulatinamente nuestra identidad, ese sello particular que posee unas características individuales y otras de la colectividad; aprendemos a cuidar de nosotros, de los que nos rodean y de las cosas importantes; somos fruto de nuestra experiencia de vida, lo que nos ocurre deja surcos que se convierten en nuestra huella, tal como un disco de vinilo que reproduce los sonidos grabados en su superficie; lamentablemente, así como se fijan los valores y principios, también ocurre lo mismo con los miedos, traumas, complejos y vicios. Afortunadamente, los seres humanos, a diferencia de este tipo de discos, podemos modificar o reescribir la información que tenemos, no necesariamente olvidar o borrar, pero sí corregir o mejorar, decidiendo qué se conserva y qué se debe cambiar, de modo que seamos mejores personas y la melodía que toquemos sea coherente con nuestra verdadera naturaleza, la cual fue definida desde el principio de la humanidad, cuando el Padre Celestial sopló aliento de vida, haciéndonos a su imagen y semejanza. Ahora ¿de qué modo volvemos a nuestra esencia y retomamos nuestra verdadera naturaleza? ¿Cómo vamos hacia el camino correcto? ¿Cuál es la brújula que me guía a un estado de armonía, reconciliándome con el Todopoderoso? La respuesta a todas estas preguntas es Jesucristo, el es el Camino, la Verdad y la Vida; en Él no hay falsedad, Él transforma nuestras vidas, haciéndonos nuevas criaturas y llevándonos a la perfección a través de la fe, la salvación y la vida eterna.