domingo, 7 de abril de 2013


EL VALOR DE LA AMABILIDAD



De seguro todos hemos tenido, alguna vez, muchos motivos para sentirnos atropellados, humillados, maltratados, violentados o seriamente afectados por algo o alguien; decisiones inapropiadas, cobro exagerado, actitudes desconsideradas, entre otras razones; las cuales, desde nuestra perspectiva, atentan contra los intereses individuales o colectivos que nos atañen. ¿Cuál es la manera en que hacemos frente a la situación? ¿Nos llenamos de enfado y devolvemos con una actitud airada todo lo que recibimos? ¿Nos exaltamos y alterados ofrecemos con términos desobligantes un fuerte discurso para afrentar y golpear? La respuesta a estos interrogantes puede tener muchos matices; no nos convoca en este momento juzgar la forma en que reaccionamos, pero sí reflexionar al respecto, de manera que sea una oportunidad para crecer en nuestra formación personal integral. Es fácil descender a la ignominia y dejarnos dominar por la tensión del momento; pero ¿realmente tiene sentido recurrir al insulto o la vulgaridad para hacer un reclamo? Pienso que no existe ningún mérito al proceder de esta manera, mucho menos, cuando se ha recibido una educación en ética y valores humanos; el respeto, la tolerancia, la empatía, la autoestima y la amabilidad no pueden ser sólo conceptos abstractos o meramente teóricos, deben ser, por el contrario, expresiones vivas de la formación familiar, espiritual y personal que hemos adquirido. Cuando se pierde la perspectiva axiológica de la vida se cae a la naturaleza instintiva, apartada del razonamiento humano. Se puede ser crítico y exigir que se actúe con justicia o imparcialidad sin perder la ecuanimidad y el decoro que nos permite ser amables; la amabilidad no debe ser entendida como una cualidad de carácter social que se limita al formalismo de ademanes y cortesías que pueden rayar en la hipocresía o una rancia aristocracia; el ser amable es llenarse de sosiego a pesar del estrés diario, es vencer la impaciencia y doblegar el interés egoísta para tratar bien a los demás, incluso cuando sentimos que no lo merecen; manifiesta un alto grado de madurez y fortaleza mental y espiritual. En medio de una diferencia o un conflicto fuerte es fácil perder los estribos, levantar excesivamente la voz y pretender herir con los insultos; ya que para ello no se requiere mayor esfuerzo y no depende de ninguna virtud, no se necesita inteligencia o sabiduría; cuando actuamos así perdemos el horizonte y nos concentramos sólo en cómo nos sentimos y todo el caos emocional; lo cual generalmente nos impide pensar con claridad; en conclusión, cuando no se tiene suficiente autocontrol es poco probable resolver de la mejor manera un inconveniente o mal entendido. Conscientes de nuestras debilidades, es nuestra responsabilidad “trabajar” para mejorar; actitudes conformistas o justificaciones como: “así soy yo”, “no es mi culpa” o “esta es la costumbre”, sólo demuestran el desinterés por el respeto que todos merecemos. La preparación académica e intelectual es influida por las instituciones educativas, recurrimos a ella en los libros y fuentes enciclopédicas; mas la formación personal en valores y virtudes depende de nuestro interés y el compromiso que asumamos con nosotros mismos.

La amabilidad puede ser definida como la cualidad que le permite al ser humano ser delicado y respetuoso en su trato hacia los demás, es sin lugar a dudas, una de las más claras demostraciones de la formación que se ha inculcado con el ejemplo a través de la cotidianidad; no surge al azar; ya que para poseerla debe cultivarse constantemente con cada una de las experiencias que hacen parte de la vida diaria; está íntimamente relacionada con la concepción que se tiene sobre la dignidad humana y la misma trascendencia del ser, con el amor que surge de la fe en el Creador. Es muy gratificante encontrarse con alguien que tiene presente la importancia de un saludo cordial y cálido, honesto y directo, que rebasa la trivialidad del mero compromiso social, ese que se hace mirando a los ojos con la convicción de que se trata de algo genuino. Algunas frases que enarbolan la amabilidad expresan: “Sin amabilidad el ser humano deambula por la vida torpemente” Doménico Cieri Estrada “Con palabras agradables y un poco de amabilidad se puede arrastrar a un elefante de un cabello” Proverbio Persa  “El corazón del sabio es el que refleja tranquilidad, embellece la sensatez y regala amabilidad, mas el corazón del soberbio es el que destroza la completa paz, el que acaba con la armonía y el que no acepta a una persona con su alma caritativa” Alonso “Hay tres cosas importantes en la vida: la primera, ser amable; la segunda, serlo siempre; y la tercera, nunca dejar de serlo” Henry James  “24 Y un siervo del Señor no debe andar en peleas;  al contrario, debe ser amable con todos. Debe ser apto para enseñar; debe tener paciencia 25 y corregir con corazón humilde a los rebeldes. Acaso Dios les conceda volverse a Él y conocer la verdad” Segunda Carta a Timoteo Capítulo 2, versículos 24:25. De acuerdo con los anteriores argumentos, es fundamental detenernos un momento para apreciar la importancia de la amabilidad en nuestra vida personal, familiar y social; pues no es únicamente un valor que se manifiesta al exterior sino que influye notablemente en la convivencia al interior de la familia y la pareja, afectando la manera como nos sentimos y hacemos sentir a quienes nos rodean. Finalmente quiero dejar abierta la puerta hacia un nuevo camino, en el que seamos muy conscientes de la transformación a la que nos vemos llamados, actuando con  tacto frente a las situaciones que se nos presentan, sabiendo que más que una simple realidad es una verdadera prueba que mide nuestra disposición para mejorar y fortalecer nuestro espíritu; ya que en cada una de estas ocasiones podemos ser débiles y ceder ante la provocación o fuertes y vencer con la sabiduría de la actitud reflexiva que nos permite ser humildes y buscar la verdadera solución a las dificultades.

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