La palabra siempre ha sido motivo de muchos planteamientos y teorías, el hombre tiene una vocación natural que lo lleva a manifestarse mediante ella, este escrito es una prueba; se podría decir que no se puede concebir una sociedad silenciosa, en la que la comunicación se limite a las expresiones no verbales; existen estadísticas que establecen un número promedio aproximado de las palabras que se usan a diario, de acuerdo con algunos estudios la mujer usa veinte mil palabras, mientras que el hombre solo siete mil, según el estudio presentado en una publicación de la psiquiatra inglesa Luan Brizendine1; en este aspecto hombres y mujeres tienen marcadas diferencias, la mujer es más sensible a la necesidad de pronunciar su pensamiento, aunque en algunos ámbitos se le cohíba con más vehemencia debido a la cultura centrada en el género masculino. Lo que sin lugar a dudas puede resaltarse sobre la comunicación es, sobre todo, la naturaleza con la que fluye en la cotidianidad del ser humano, alguien grita para vender un producto, otro susurra para contar algo privado, tal vez oímos a alguien más cantando en la televisión, en fin, incluso cuando creemos que no hay una interlocución, siempre existe una intención de comunicar o emitir una idea o pensamiento. Dentro de esta situación que nos insta al intercambio de palabras con sus respectivos mensajes, pocas veces se contempla la importancia del ejercicio comunicativo, se presenta una serie casi interminable de fenómenos asociados al uso y abuso de la expresión oral y escrita, por los cuales navegamos consciente o inconscientemente, mientras pretendemos exponer nuestras percepciones, pensamientos o emociones, por decir lo menos; qué difícil puede resultar decir lo que se quiere sin propiciar la tergiversación o reacción inapropiada frente a la información. La naturaleza del contexto social y la dinámica propia de la comunicación en ocasiones acolita u obstaculiza el proceso y el propósito de los emisores. Si quisiéramos señalar un ejemplo podríamos citar la pregunta que hace un enamorado a su pareja: ¿No me quieres? a lo cual ella contesta: “sí” con el ánimo de confirmar su afecto; sin percatarse de que con esa respuesta afirmativa muestra su acuerdo con lo planteado en la interrogación; es decir, “no te quiero” A pesar de estas incongruencias, se consigue el objetivo de entendimiento con el interlocutor, haciendo funcional el proceso, y, es que la comunicación es tan inherente a la práctica diaria, que no se notan muchos de los desaguisados en los que incurrimos con tanta facilidad, esto se hace más propenso cuando el idioma es tan amplio como el Castellano o Español; ya que su diversidad de vocablos, extranjerismos y acepciones, sumado a los más de cuatrocientos millones de
personas que lo hablan en el mundo, eleva las posibilidades de irregularidades y desaciertos. Hablar y escribir son actividades que para muchos no tienen un rigor o criterio que demande exigencias, razón por la cual se agrava el desconocimiento y el maltrato de la lengua, las redes sociales ilustran con elocuencia este caso; ya que los mensajes que se elaboran a través de ellas ostentan una muy pobre valoración de la ortografía y la sintaxis. Uno de los aspectos que, de manera implícita, aparece en el proceso de comunicación mediante dispositivos electrónicos fijos y móviles, es la “libertad” de expresión, el cual se acompaña de una “creatividad” sin límites; este conjunto de elementos, parece ser caldo de cultivo para que afloren prolijamente todo tipo de atropellos al idioma, como abreviaturas inexistentes o combinaciones de idiomas, incluso palabras “nuevas” La constante en los ejemplos observados es la funcionalidad, es decir, se consigue el objetivo de expresarse con la coherencia y claridad mínimas. En ciertas circunstancias la fuerza de la costumbre y el uso de ciertas frases o términos se impone ante la naturaleza propia del sentido de las palabras, por ejemplo, la expresión “arroz de coco” es aceptada por la intención que tiene de establecer la estrecha relación o unidad de arroz y coco combinados; ya que “arroz con coco” sería muy ambigua; aún así, existen otros parámetros de mayor importancia los cuales, estoy seguro, no se debería intentar pasar por alto.
El significado de las palabras se ha asignado, en la mayoría de los casos, de manera arbitraria, pues no existe una relación directa que lo determine, sin embargo, algunas palabras tienen una raíz que les concede una significación específica con la cual existe un sentido propio para su aplicación en el lenguaje.
La etimología establece el origen de las palabras, es decir, su procedencia y por ende la función que cumplen en el ejercicio comunicativo, como ocurre en el término otorrinolaringología que aparece a partir de la unión de: Otos, que significa “oído” Rinos, que se puede traducir como “nariz” Laryngos, que equivale a “garganta” Logos, que puede definirse como “palabra” ySufijo -ia, que se traduce como “cualidad” Así, a partir de la suma de todos estos componentes podemos determinar finalmente que el término que estamos analizando sería la ciencia que se encarga de estudiar las enfermedades que tienen que ver con el oído, la nariz y la garganta.2 De forma similar existen relaciones que definen la ortografía y el modo en que se usan correctamente los términos; el significado de las palabras constituye un aspecto sustancial en el conocimiento y abstracción de la realidad, se convierte en algo verdaderamente inconsistente el sistema social que sea permeado por una concepción errada de la importancia del significado de las palabras que se usan, lo podemos identificar claramente en la situación que vive un paciente en el tratamiento de su enfermedad, si el médico no formula apropiadamente la medicina con su respectiva posología adecuadamente corre grave peligro la salud del paciente, esto es, que el profesional incurriera en el error de asignar una denominación que corresponda a una sustancia que no es pertinente a la enfermedad tratada, incluso si su intención es sanar al paciente, lo afectaría de manera perjudicial. En la actualidad se pretende expresar algo y se espera que se interprete otra cosa, así encontramos personas que cantan o escuchan una canción cuyo contenido es obsceno, pero, sorprendentemente, dicen no identificarse con la temática o el sentido de lo que manifiestan. Una madre de familia pone en su hogar un tema musical que habla de sexo desenfrenado, este es escuchado en la casa por toda la familia, a lo mejor lo bailan y repiten el coro, luego con el tiempo el hijo de la señora se involucra con una mujer mayor que lo seduce y tienen relaciones sexuales, en este caso, al igual que en otros similares hay más que una simple coincidencia entre lo que se dice, lo que se escucha y lo que se hace; por ello el usar las palabras adecuadas y de manera apropiada es fundamental.
Con frecuencia encontramos personas que se consideran a sí mismas de buen humor, les gusta hacer comentarios con el ánimo de agradar a los demás, recurren a chistes, bromas y juegos que la mayoría juzga como normales; lastimosamente en ese afán hacen daño y agreden a muchos de los que les rodean, haciéndoles sentir mal, tergiversando situaciones crueles o dolorosas como si fueran graciosas. Es importante aclarar que la comunicación no requiere del sarcasmo o la crueldad para ser amena y agradable, si en algún modo se piensa que un buen conversador es una persona sensible e inteligente, el sostener una charla entretenida sin agredir o hacer burla para ser simpático, es una demostración de la formación integral y la agudeza mental, consiguiendo el objetivo sin sacrificar la ética en el medio.
Como toda habilidad humana, haciendo énfasis en el ejercicio complejo de la misma, como una notable cualidad de la inteligencia del hombre, pero sin descartarla como una característica que pueden desarrollar de manera limitada otros seres de la naturaleza, la comunicación debe ser cultivada, enriquecida y especializada; aunque existe una amplia variedad de vocabularios técnicos o jergas con las que se alcanza mayor eficiencia y exactitud en la comunicación para referirse a ciertos temas o procesos con precisión y evitar confusiones, como ocurre en un hospital o un taller de mecánica; en la cotidianidad es igualmente importante que todos procuremos usar un lenguaje tan apropiado y pertinente que la comunicación sea un ejercicio fluido, consciente y, por qué no, edificante, con el cual cada interlocutor pueda ser ilustrado e instruido con facilidad, solo con el ejemplo. Ante una sociedad cada vez menos tolerante, propensa al conflicto y la violencia, la responsabilidad tanto de hombres como mujeres, de ser comunicadores asertivos y conciliadores, es mayor; ya que la buena comunicación es clave para la paz y la armonía, pues muchos enfrentamientos y guerras nacen de procesos comunicativos inapropiados; como lo hace un diplomático para conservar excelentes relaciones de su país con los demás, todos debemos valorar el lenguaje y la comunicación prudentes para vivir en concordia y generar bienestar para todos.
1 Tomado de http://www.eluniversal.com.mx/notas/585668.html con acceso el 03 de octubre de 2013
2 Tomado de: http://definicion.de/otorrinolaringologia/ con acceso el 23 de agosto de 2014
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