El jueves 27 de marzo del presente año, después
de asistir a una reunión en la Secretaría de Educación Municipal, regresé a la
normal y encontré una situación muy especial, el vigilante, vendedores de la
calle, mototaxistas, algunos docentes y estudiantes, estaban muy preocupados
porque habían visto una serpiente "enorme" que se escondió en un
extremo cerca de la puerta principal, unos tenían grandes piedras, otros tenían
pedazos largos y pesados de madera; como es lógico me sentí también sorprendido,
ya que no ocurre con frecuencia. Edin, el vigilante, cavaba con fuerza y se
veía muy agitado, al verlo le dije que no era probable que la serpiente hiciera
un hueco para esconderse, tal vez se metería en uno que existiera ya,
enseguida, uno de los espectadores gritó que la vio dentro de una llanta que
estaba allí, a pocos centímetros de nosotros, fue entonces cuando se desató un
pánico tremendo, se empezó a oír todo tipo de opiniones: algunos pedían que la
apedrearan, otros que le echaran gasolina para prenderla; no pude evitar hacer
un llamado a la cordura, pregunté si alguien conocía ese tipo de serpientes, si
tenían la seguridad de que se trataba de un ofidio venenoso, entonces me
di cuenta de la gran ignorancia que teníamos todos sobre el tema; aparecieron
todo tipo de personas que aseguraban que era un animal sumamente peligroso, que
se le veía el veneno a leguas. Se puso tenso el ambiente; ya que todos me
tomaban como el enemigo por no aceptar que se matara de inmediato a la
serpiente; por el contrario pedí la colaboración de todos para dar a conocer el
caso a las entidades adecuadas, con la ayuda del profesor Eider Villalobos,
quien fue hasta la oficina del parque Los Katíos, y la profesora Edilma Cogollo,
perseveramos hasta que, gracias a Dios, intervino un docente de biología de la
universidad de Antioquia, que daba clases en la sede Ciencias del Mar, al
frente de la normal; y la pudo coger con la mano; pues era una boa constrictora,
luego la llevó hasta Corpourabá. De esta experiencia aprendimos que los
animales silvestres deben tratarse con respeto, conocerlos y evitar matarlos
como la única forma de manejar su presencia en la institución o en otro lugar;
podemos protegernos sin acabar con ellos. Invito a todos los que leen este
escrito a que procuremos conocer mejor a los animales para que el miedo no nos
lleve a actuar con imprudencia.
Les presento algunas evidencias de esta anécdota:
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